Yo, periodista


Mi primer pase de prensa.

Me avergüenza un poco recordar las circunstancias que me llevaron a elegir mi profesión. Corría el año 96 o 97 y yo, con 19 o 20 años, terminaba de cursar las materias básicas en la universidad y me veía obligado a elegir de una vez por todas qué carajo iba a estudiar. Pensé, pensé y pensé. Y después de mucho pensar, dije: ¡Ya sé! Y ahí fue que me decidí por… algo que no tuviera matemáticas.

Un par de años antes, cuando me anotaba en la universidad y me preguntaron qué carrera seguiría, dije: «Anotame en publicidad, pero no estoy seguro todavía». Total tenía un par de años de materias básicas como para decidir. Cada vez que me acuerdo de eso, siendo hoy un periodista estresado (o sea, un periodista), digo: ¡Por qué mierda no seguí publicidad! Pero seguramente de haber seguido publicidad, hoy estaría sumergido en alguna campaña que me tendría internado hasta altas horas de la madrugada diciendo: ¡Por qué mierda no estudié periodismo! Oficio sin gajes no es oficio.

La palabra periodismo me vino a la cabeza una tarde cualquiera. Caminaba por el pasillo de casa y de la nada me vino a la cabeza: periodismo. Hmmm, periodismo. Trabajaría en un diario… mmm no me gusta. Conduciría un noticiero por televisión, o saldría por televisión en noticieros… mmm no me gusta. Escribiría para alguna revista… mmm puede ser, pero es casi lo mismo que escribir para un diario, naaa…

De alguna manera, después de pensar esto fui y me anoté en la carrera de periodismo. Y lógicamente, terminé haciendo todas esas cosas.

Es que yo en realidad quería hacer radio. Quería sentarme en una cabina y hablar –no tenía muy claro de qué–, y pronunciar bien las palabras y que mucha gente me escuchara y se familiarizara con mi voz, y que mi voz acompañara los momentos de miles de personas cada día. Una idea muy AM, todo esto, forjada quizás en mi infancia porteña en la que cada mañana escolar me despertaba y escuchaba, ya desde la almohada, la voz de Rolando Hanglin cortesía del radio reloj de mi viejo. O el Rotativo del aire de Radio Rivadavia, o los partidos de River en la voz de Víctor Hugo Morales o el gordo Muñoz. Ojo. Esto no quiere decir que quería ser como Hanglin, Víctor Hugo o José María Muñoz, sino que me gustaba el trabajo que tenían.

Pero hete aquí que mi alma mater no contaba con una carrera de radiodifusión. «Lo más cercano a eso es el periodismo», me dijeron. OK. De todas maneras, ya a los 20 años me metí, por cuenta propia (y ad honorem, por supuesto) a trabajar de reportero, movilero y asistente de producción en un programa radial llamado Efecto Buenos Aires que se emitía en Miami por aquellas épocas, que iba al aire en el estelar horario de domingos de 8 a 10 de la mañana ¡la puta madre! y gracias al cual conocí a Martín Pines, un amigo que conservo hasta el día de hoy.

En la universidad me crucé con profesores de periodismo realmente muy personajes. Cada uno, a su manera, me dejó una que otra frase que no me voy a olvidar nunca más. Como el profesor argentino y columnista de La Nación, Mario Diament, que terminó siendo un gran mentor (fue él quien me recomendó –bue, «recomendó»; me tiró la punta– para mi primer laburo) a pesar de que de entrada me dieron ganas de recagarlo bien a puteadas. Por empezar, la primera clase que tuve con él falté porque estaba de vacaciones; y después, cuando volví una semana después, llegué tarde a su clase. O sea: una semana y 45 minutos tarde. Ahí escuché el primer sermón: «Si querés ser periodista vas a tener que aprender a ser puntual. Acá se vive on deadline«. ¡Ja! Este no sabía con quién estaba hablando. Yo jamás en mi vida había llegado temprano a ningún, pero a ningún lado. En la primaria, al final de cada mes tenía 30 malas notas por llegada tarde en el cuaderno de comunicaciones.

Diament te asignaba una nota y después, en la próxima clase, te la hacía leer frente a todos tus compañeros mientras que, en el proceso, te interrumpía varias veces para marcarte los errores y pulverizarte de principio a fin adelante de todos. Hacía llorar a algunas chicas. Hubo algunos que fueron a las primeras dos clases y no volvieron más. «El día que salgan al mundo real, sus editores les van a hacer lo mismo», decía. Ojalá hubiera tenido razón, porque nunca jamás me topé con un editor que me exigiera tanto. A veces todavía extraño todas las cosas malas que tenía para decir sobre mis notas. De la primera que le entregué, por ejemplo, dijo: «¡Mirá esta oración! ¡Separá las ideas! Esto no es una nota. Esto es una cagada». Me sacaba tanto de quicio no lograr que el tipo dijera «muy bien, Rótulo», que me quedaba después de clase a hablar con él, para ver qué mierda quería de mí. Él, que notaba mi frustración, me dijo: «Y bueno, si vos querés aprender a bailar sin que te duelan las piernas…».

Años más tarde, ya yo recibido y encaminado en mi carrera, nos reíamos de todo esto en su casa y él me contaba de la vez que, en su juventud, trabajando en el diario La Opinión y teniendo como jefe a Jacobo Timmerman, terminó una nota y se le acercó tímidamente para entregársela. El viejo –que en ningún momento levantaba la vista de su máquina de escribir mientras tecleaba, clac, clac, clac, clac– paró de teclear, miró la nota por arriba, la hizo un bollo, la tiró a la basura y, volviendo a su máquina de escribir sin siquiera mirarlo, le dijo: «Hágala de nuevo» – clac, clac, clac, clac.

No sé si alguna vez hubo una buena época para estudiar periodismo, pero la que me tocó a mí fue definitivamente mala. En eso parecen estar de acuerdo todos mis colegas contemporáneos. Que el internet, que la muerte de los medios impresos, que la automatización, que la concha de su madre. El periodismo que me tocó ejercer poco tiene que ver con el que me enseñaron en la universidad, la verdad. Pero algunos de sus valores básicos –la objetividad, la neutralidad, la independencia, la ética, la búsqueda de la verdad, el saber de qué carajo estás hablando si vas a hablar– realmente me marcaron a nivel personal. Más allá de las diferencias, la creo una profesión noble y muchas veces ejercida por gente que verdaderamente se apega a estos valores.

Por otra parte, esta carrera me ha permitido ver cada cosa… Desde ponerme enfrente a personajes que van desde Fito Páez, Celia Cruz y Juanse Paranoico a Mark Wahlberg, Christina Aguilera o el mismísimo hijo de puta de Donald Rumsfeld, pasando por toda una fauna de celebrities pedorros haciendo grasadas –como ver a la señora Carmen Salinas usar una lapicera toda manoseada que le prestaron por ahí para revolver un café enfrente mío (sin inmutarse, claro, y previo a darme una entrevista). O ver un River-Boca desde el campo de juego, o ponerme repetidas veces enfrente de modelos en tanga acomodadas culo para arriba en señal de profesionalismo. O llevarme gratis a París, Amsterdam, Bangkok, Capri, México DF, Las Vegas, Los Angeles, Nueva York, Montreal, Seattle… De qué me quejo.

Me quejo de la falta de estabilidad laboral, de la falta de valoración por la profesión, de los cierres asesinos de 30 horas seguidas en Maxim (bueno, de eso no tanto, estaba bueno ser un kamikaze pajero por profesión), de las relaciones personales deterioradas y los momentos perdidos por esos cierres. Al final del día, sin embargo, puedo decir que en líneas generales amo lo que hago (cuando lo puedo hacer, claro). Que lo elegí por su falta de matemáticas y no por mucho más, sí, pero que lo aprendí a querer más y más a medida que lo fui conociendo, al punto de llegar a pensar que era justo lo que una persona como yo debería haber hecho. Y porque, ante todo, lo elegí, y me hago cargo de eso.

A mis colegas y amigos periodistas, pasen un feliz día. Si es que la profesión se los permite.

2 comentarios sobre “Yo, periodista

  1. Dicen que las cosas suceden por alguna razon. casi siempre las decisiones que tomamos de «jovenes» no duran mucho y nos aburrimos de inmediato. Definitivamente para que sigas haciendo tu oficio es porque definitivamente te gusta.
    Yo deje la carrera de psicologia a ya muchos años de estudiarla y ahora la tomare denuevo y creo que lo hago porque como algun dia te toco decidir a mi pues me toca decir antes que me quede sin aliento.

    Veras que algo saldra positivisimo para ti y que capaz como el comentario anterior podrias intentar en television Americana quien sabe y termines bien de bien ahi.

    Es interesante tu blog y muy fresco, paso de vez en cuando y llama la atencion.

    Felicidades y la mejor de las vibras para ti.

    Veca

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